DOMINIO, ADORACIÓN Y DESPRECIO HUMANO

 

DOMINIO, ADORACIÓN Y DESPRECIO HUMANO


 

San Juan Pablo II dice:
 
“El ser humano es un ser corporal”:

Afirmación sencilla cargada de consecuencias:

Por material que sea, el cuerpo humano no es un objeto como otro cualquiera, es ante todo alguien, en el sentido de que es una manifestación de la persona, de comunicación, de expresión, extremadamente variada. El cuerpo humano es una palabra, un lenguaje.


Respeto y dominio del cuerpo:

Por tanto, debemos tener un gran respeto de nuestros cuerpos y del cuerpo de los demás. Que nuestros cuerpos estén al servicio de nuestro yo profundo, que nuestros gestos, nuestras miradas, sean siempre el reflejo de nuestras almas.

No para convertir el cuerpo en un objeto de adoración, mucho menos de desprecio, sino en un objeto al que debemos dominar.

 

El cuerpo humano, objeto de adoración:

En esto lo convertimos cuando entre otras cosas, no nos aceptamos tal y como llegamos al mundo:

  • Hay hombres que imitan o quieren imitar a las mujeres y buscan parecerse a ellas, acudiendo a la moda mundana como el querer cambiar de sexo a partir de operaciones quirúrgicas, el cometer aberraciones y pecados de natura, el usar prendas femeninas, etc.
  • Otro tanto ocurre a las mujeres que imitan los hombres y buscan parecerse o ser como ellos, además de cometer faltas similares a las del hombre.

 

“Con esto podemos observar la presencia de espíritus malignos sexuales que se introducen en el cuerpo de las personas”.

 

Jesús, Nuestro Señor dice:

“Muchas almas van al infierno a causa de los pecados de la carne”.

“Hijo, mira cómo tu conduces muchas almas a la perdición a través de tu forma de vestir. Olvidas que soy yo a quien tú expones desnudo públicamente”.

“¡Nunca debe un hombre imitar a una mujer! ¡Nunca debe una mujer imitar a un hombre!”

“¡Sé tal como te hice hijo, Sé tal como te hice!”

“Te digo: aléjate de esta moda mundana. Ese es el plan del enemigo, destruir el templo del Espíritu Santo que es tu cuerpo.”

“Vive una vida modesta, humilde, recatada, decente, decorosa.”

 

El cuerpo humano, objeto de desprecio:

En esto lo convertimos cuando entre otras cosas, nos volvemos alcohólicos, nos drogamos con sustancias psicoactivas, cuando hacemos de nuestras vidas un carnaval, donde los cuerpos son simplemente objetos de placer sexual, volviéndolos moteles de placer, engendros de Satanás

 

Dice la Virgen María, Madre de la Humanidad:

“Id y purificad vuestros corazones, en los ríos de la gracia – sacramento de la confesión y sacramento de la penitencia – por las veces que hicisteis de vuestros cuerpos mercadería barata, recintos de prostitución.”

 

Acudamos deprisa, en el poco tiempo que queda – antes que las casas del Señor vuelvan a ser cerradas para no volver a ser abiertas – a los hijos predilectos de Dios, pastores de la Iglesia Católica y practiquemos el sacramento dé la confesión, recordando comulgar con el sacerdote siempre y cuando nos de la comunión en la boca estando nosotros de rodillas. De lo contrario, hagamos nuestra comunión en forma espiritual diciendo:

“Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, sagrario viviente del Dios uno y trino, dadnos a tu hijo Jesús, el fruto bendito y ruega por nosotros pecadores.”

Ángeles de la Eucaristía bajaran del cielo y os darán la comunión.

 

Dice Jesús Nuestro Señor:

“El sacramento de la penitencia es el sacramento de mi amor. Él abre el océano de la misericordia divina, mi sangre y agua preciosa, que brotaron para salvar y lavar tu iniquidad, para que vayas y no peques más.”

“Yo soy el agua viva y todo aquel que beba de esta agua, no volverá a tener sed.”

“Yo soy la fuente del perdón venid a bañaros y quedaréis limpios.”

“Yo soy vuestra sanación. ¿Qué esperas para venir a mí?”

Les dejó este sacramento no para que lo conviertan, de seguir pecando, en un pozo de iniquidad, con la mentalidad errada de “una vez no es nada, ya iré después a confesarme” porque Dios lo ve todo y de todo nos pedirá cuentas.