CUERPO Y SANGRE DE JESUCRISTO

 

Apocalipsis Adelantado


 

TRANSUBSTANCIACIÓN

 

INCREDULIDAD, LIGEREZA, INDIGNACIÓN E INHIBICIÓN

 

Nuestro Señor Jesucristo y la Santísima Virgen María dicen:

Soy  Consagrado en ocasiones por quienes entregados a Mi servicio, son incrédulos de Mi presencia Real y Verdadera en el Santísimo Sacramento. Las palabras de la Consagración son la transubstanciación de Mi Cuerpo y Mi Sangre y algunos me tratan con desprecio, a la ligera; luego, me colocan en manos de algunos de Mis hijos (laicos) para llevarme a sus hermanos, mientras Mis consagrados Me miran  desde su lugar de honor, pensando en banalidades.

Algunos de Mis hijos consagrados han dejado de ser creyentes en el Milagro de la transubstanciación y no creen en que Mi Hijo se haga presente en el pan y en el vino durante la Consagración, hecho que genera debilitamiento en la raíz de la fe cristiana, para minimizar la presencia de Mi Hijo y resaltar al anticristo: Son corrientes de pensamientos equivocados que socavan la Verdad de Mi Hijo, manteniendo poder para tomar decisiones en lo oculto en contra de la verdadera iglesia de Mi Hijo, son lobos con piel de oveja.

Yo me doy en el Sacramento de la Eucaristía, me mantengo presente y vivo en Mi Carne y Mi Sangre, pero Soy tratado a la ligera por la mayoría de Mis sacerdotes que no contemplan la profundidad de Mi Misterio en la Consagración y me arrojan con fuerza sobre la patena; no Me reverencian y luego, me llaman a dolerme cuando Me entregan sacrílegamente y con rapidez a Mis hijos, en la mano y de pie, o por conducto de terceros que no ejercen el Ministerio Sacerdotal (laicos).

Llamo a Mis hijos predilectos a amar éste momento en que en sus manos, Yo me hago presente en el Altar. ¡Es en sus manos en las que me confío para darme a Mi pueblo, no Me toquen a la ligera, no Me Eleven y Me dejen caer tan fácilmente como si no reconocieran Mi Cuerpo y Mi Sangre en sus manos, Contémplenme y den fe a Mi pueblo!. Los Míos necesitan de la fuerza de Mis consagrados para mantenerse firmes en estos momentos en que se acercan purificaciones para la humanidad y en que los embates de la naturaleza, estremecerán al hombre y sobrevendrá la oscuridad.

Cuando Mis hijos predilectos Me tienen en sus manos y pronuncian las palabras de la Consagración, deben ustedes levantar el rostro y Mirarme porque frente a ustedes está su Rey, deben Mirarme, Mirar Mi Gloria, Mi Esplendor, Mirar Mi misma Carne, Mi misma Sangre y Divinidad frente a ustedes y no agachar sus frentes al suelo, porque Yo no estoy en el suelo, Estoy frente a ustedes. ¡Levanten la mirada, Contémplenme! Así Me reverencian, contemplándome, amándome y adorándome.

Invito a Mis consagrados a no olvidar que en el momento de la Consagración. Yo estoy presente y a que Me traten con amor, de tal manera, que ese mismo amor se expanda hacia Mis fieles y ellos acudan a Recibirme con Devoción. Deseo que la boca que me proclama  Rey, me reciba como Rey, que la palabra que confiesa “Creo” y el corazón  que se alegra y fusiona en ese “Creo”, me reciba dignamente. Mi Madre es quien prepara el alma de quien me recibe con verdadera consciencia, Mi Madre permanece atenta en las almas de quienes Me reciben, no por rutina, sino por adoración.

Invito a Mis predilectos a exigir a sus feligreses recibirme con dignidad, evangelizando sobre el sacramento de la confesión; así mismo, la invitación a Mis fieles a orar para que sea abolida la práctica indigna y sacrílega de la comunión en la mano que tanto daño le hace a Mi  Divinidad  Eucarística, a Mis sacerdotes para que recapaciten y se abstengan de seguir repartiéndola en la mano como si se tratase de un pedazo de pan cualquiera bajo el pretexto de la pandemia y a Mis hijos laicos igualmente, inhibidos por no ejercer el Ministerio Sacerdotal.